A través de tu objetivo. Cada maleta.

A lo largo de mi vida, he hecho muchas maletas. Muchísimas, no sabría deciros cuantas. Como también os podría decir la gente que me conoce, nunca sé que llevarme. Soy un desastre y cojo de más.

Me hace gracia, porque a una de las personas que más quiero, de pequeño le llamaban niño maleta. A veces me da la sensación de que en esta familia nos movemos por las casualidades… Con el paso del tiempo, me he dado cuenta de algunas cosas, como por ejemplo, que realmente siempre vamos llenos de equipaje y cargar la maleta (la maleta física) es solo algo insulso que finalmente no sirve para mucho más que para darte dolor de espalda. Que mi equipaje lo llevo siempre, porque son todos esos momentos que me vienen por arte de magia cuando tengo mi mente en blanco para alegrarme el día, como la imagen de Leo, la mirada de mi Cristina cuando es capaz de saber con una mirada lo que estoy pensando, la sonrisa de Nonita, la canción que me cantó a grito “pelao” por la calle.

Mi maleta (la de verdad) son momentos que he construido con gente que por casualidad ha entrado en mi vida, mi maleta al fin y al cabo es todo lo que no quiero perder y nunca me cansaré de llenarla hasta los topes.

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