Pifa. Hermanos, la primera vez que nos vimos.

HERMANOS…

Mi nacimiento supuso para mis padres un cuarto hijo, pero para mis hermanos (Manolo, Jose y Maite) una pequeña intrusa que decían que era su hermana.

Me imagino mi llegada a la que sería mi casa durante muchos años. Mis padres me dejaron en el salón intocable para que mis hermanos me vieran y sintieran que esa niña también era de ellos.

Manolo con diez años se acercó para mirarme. Al verme sintió que era su responsabilidad. Su olor lo guardo en mi memoria y siempre con cierta distancia me ha protegido, como cuando estaba en la cuna y mi madre me dejaba a su cuidado para hacer recados. En el modo de actuar es muy parecido a mi padre pero con el control de mi madre, así que cuando ha sentido que estaba mal se acercado y me ha dicho palabras de aliento.

Jose con ocho años me cogió y abrazó. A ese abrazo le han seguido muchos más, no sólo en la noche mientras pegada a ella le contaba lo que me había pasado ese día y mi futuro, sino cada vez que lo he necesitado. Hoy día no es imprescindible que me hable ni escuche, porque hace años bajo las sábanas de la cama que compartimos muchos años inventamos nuestro lenguaje de los abrazos. En mi memoria guardo el calor de sus brazos y el frío de sus pies.

Maite de 3 años se acercó mientras apretaba los dientes y movía sus pequeños dedos. Los mismos que utilizaría para tirarme con fuerza de los mofletes mientras con los dientes apretados decía: cuanto te quieroooo!!! Con los años los ha utilizado para tirar de mis manos hacia arriba cuando me sentía mal a la vez que me decía: cuanto te quieroooo!!!

Cuando ayer vi la foto que mi hermana Maite que me había enviado para ilustrar el post, me quedé sorprendida porque la imagen expresaba lo que yo acababa de escribir sobre mis hermanos. La posición de nuestros cuerpos, manos, sonrisas, miradas y como estamos sentados dicen tanto… La imagen la había visto millones de veces en el salón de mi casa y nunca me había dado cuenta.

Manolo está un poco separado, pero a la misma vez que cerca, su sonrisa lo dice. Mi hermana Jose me sujeta las manos, no para retenerme, sino con ternura.

Maite permanece a mi lado sin darme la mano (ahora que la conozco, haciéndose la fuerte), paso de ser la pequeña a compartir conmigo la misma silla. Cuando el fotógrafo apretó el botón e inmortalizó la imagen, ella no sabía que la enana que tenía al lado le ganaría su enorme corazón y yo tampoco sabía que los dedos que tenía marcados en el moflete me harían unas marcas imborrables en el corazón.

Protegiéndome y sin que se note su presencia se encuentra detrás de la silla mi madre.

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