La vida es como aparcar. Muchas veces no es que llegues antes ni después sino en el momento justo. Pifiapifa.
En estos días, he bajado varias veces a El Ejido, para hacer uso de la lavandería, situada en la calle Cervantes, calle muy transitada en la que resulta difícil aparcar. En las tres ocasiones que he bajado, siempre he podido aparcar donde yo quería, justo en la misma puerta (además los que me conocen saben que necesito bastante sitio para aparcar).
Pensaréis “que afortunada. Llega y aparca a la primera“. Yo en ningún momento he dicho eso, repito “he podido aparcar donde yo quería”. Lo que os ha llevado a confusión es que no he añadido después de dar una o dos vueltas.
Pues bien, la vida me ha demostrado una y otra vez, que todo es como el aparcamiento, no es cuestión de llegar el primero, ni el último sino en el momento oportuno. Así que siempre he estado en el momento adecuado en muchas de las situaciones de mi vida. Pero siempre he estado en ese momento porque sabía donde quería ir y mi corazón lo deseaba y he dado las vueltas que eran necesarias. En el momento que quedó el hueco, allí estaba yo. ¿Cuánta gente desiste en la primera vuelta y se marcha?
Cuando llego a un sitio y no está el aparcamiento que quiero, por segundos me enfado, pero después pienso por qué voy aparcar donde no quiero, voy a dar una vuelta más y seguro que a la siguiente está el sitio esperándome. Pues en las tres ocasiones siempre ha sido así.
Estos días he vuelto a pensar mucho en esto. Se han dado situaciones en las que el ejemplo del aparcamiento me ha venido una y otra vez por varios motivos.
Muchas veces hay que dar varias vueltas para dar con tu sitio. Eso si, como te ha costado aparcar, cuando veas el hueco, sonreirás y sabrás que estás donde quieres.
Hace unos años una alumna me dijo: ¡¡¡que suerte tienes!!! siempre encuentras trébol de cuatro hojas. Yo le conteste: ¿Suerte? Perdona, es que los busco.