Un árbol crece en Brooklyn (1943) de Betty Smith; una novela entrañable, repleta de personajes vivos, que recrea la década de 1920 en Brooklyn y el sueño americano de miles de inmigrantes.
AUTORA
BETTY SMITH, de nombre Lilian Elizabeth Wehner, (1896-1972) nació en una familia humilde de emigrantes alemanes en Brooklyn, New York. Estudió en la escuela de su barrio hasta los catorce años, poniéndose a trabajar en diversos oficios. Desde 1915 hasta 1917 estudió en la Girl´s High School. Se trasladó a Michigan, y ya madre, estudió Derecho en la Universidad de Michigan, al tiempo que tomaba clases de teatro, y comenzaba a escribir obras de teatro. Desde 1931 a 1934 estudió en la Drama School de la Universidad de Yale.
Su obra más conocida, Un árbol crece en Brooklyn (1943), fue llevada al cine y estrenada también como comedia musical. Escribió otras tres novelas más: Mañana puede ser un buen día (1947), Maggie-Now (1958), y Joy in the Morning (1963).
SINOPSIS
Un clásico norteamericano, sobre la infancia y juventud de Francie Nolan y su familia, una familia pobre, de raíces irlandesas y austriacas, que llegó a América buscando prosperidad.
Francie Nolan adora leer, y lo hace sentada en las escaleras de emergencia de su casa, a la sombra de un árbol; crece con un padre dulce pero débil y demasiado pegado a la botella, de manera que el verdadero soporte de la familia es su madre, que trabaja limpiando las escaleras de la vecindad. Un coro de familiares y amigos rodea a la familia, pero queda claro desde el principio que son las mujeres Nolan las que de verdad pisan fuerte en la vida.
Como aquel árbol que le da sombra mientras lee, y que crece en el cemento, la ingeniosa Francie lucha contra toda clase de obstáculos para sobrevivir y salir adelante.
FRASES
«Francie poseía un níquel, era poderosa, tenía en su mano la posibilidad de comprar cualquier objeto de los que veía allí (…) Tomar algo, retenerlo un momento en la mano, palpar su textura, pasar los dedos por sus contornos y luego volverlo a colocar cuidadosamente en su sitio era una estupenda sensación. Su níquel le otorgaba ese privilegio.»
«Mientras leía en paz con el mundo, y tan feliz como sólo puede sentirse una niñita que tiene un buen libro y un bol lleno de caramelos y que además está sola en su casa, las hojas del árbol del cielo formaban sombras extrañas y la tarde declinaba.»
«Planchaba y callaba. Comprendía que él estaba pensando en voz alta y que no esperaba que su hija le entendiera, solamente necesitaba alguien que le escuchase.»
«Era todo lo que leía en los libros de la biblioteca; era la flor del florero marrón; era parte del árbol que crecía firmemente en el patio; era la amargura de las peleas con su hermano, a quien adoraba; era el llanto desesperado y sigiloso de Katie; era la vergüenza del padre que regresaba ebrio a casa. En ella había todo aquello y algo más (…) Era algo innato en ella y sólo en ella, (…) Ese toque sobrenatural que Dios o su equivalente pone en todas las almas a quienes infunde vida. Es lo que no permite que haya dos huellas dactilares iguales sobre la faz de la tierra.»
«Cada día leerás una página de cada uno a tu hija, aunque no entiendas lo que está escrito en ellos y aunque no sepas pronunciar bien las palabras. Eso es lo que harás para que tu hija crezca conociendo lo más bello y grandioso, que sepa que estas pocas casas de Williamsburg no son el mundo entero.»
«Con todo, tienes que hacer que tu hija crea que esas cosas son reales (…) la niña tiene que poseer algo muy valioso que se llama imaginación. Necesita crearse un mundo de fantasía todo suyo. Debe empezar por creer en las cosas que no son de este mundo; luego, cuando el mundo se haga demasiado duro para soportarlo, podrá refugiarse en su imaginación.»
«Katie afrontaba las mismas dificultades que Johnny (…) también podía decirse de ella que estaba condenada. Su vida también había concluido antes de empezar. Pero allí terminaba la similitud. Johnny se sentía condenado y lo aceptaba. Katie, no. Empezó una nueva vida allí donde la otra terminaba. Su ternura se transformó en sentido práctico. Apartó sus sueños y abrazó la realidad.»
«Corrió a esconderse en el sótano y permaneció en la oscuridad largo rato, hasta que la oleada de sufrimiento pasó. Fue la primera de las muchas desilusiones que recibió y que aumentarían a medida que creciera en ella su capacidad de sentir.»
«¡Sabía leer! A partir de entonces el mundo se hizo suyo a través de la lectura. Nunca más se sentiría sola.»
«Francie no llevaba la cuenta de cómo pasaban los años por los días ni por los meses, sino por las vacaciones. Para ella el año empezaba el 4 de Julio porque era la primera fiesta después de terminar el curso escolar.»
«La intolerancia —escribió, presionando el lápiz con todas sus fuerzas— provoca guerras, matanzas y crucifixiones, e induce a los hombres a cometer maldades contra los demás e incluso contra los niños. Es la causa de muchos de los vicios, las violencias, los horrores y los dolores que atormentan al mundo.»
«La novela. La escribí a ratos perdidos. No se tarda mucho en escribir sobre temas de los que no se sabe nada. En cambio, la realidad cuesta mucho más, porque hay que vivirla primero.»
«Ya no la odiaba. Tampoco le inspiraba simpatía, sino lástima. La señorita Garnder no tenía en el mundo más que su propia seguridad de llevar siempre razón.»
«La gente siempre cree que la felicidad es algo que se pierde en la distancia —pensó Francie—, una cosa complicada y difícil de conseguir. Sin embargo, ¡qué pequeñas son las cosas que contribuyen a ella! Un lugar para refugiarse cuando llueve, una taza de café fuerte cuando una está abatida, un cigarrillo que alegre a los hombres, un libro para leer cuando una se encuentra sola, estar con alguien a quien se ama. Esas son las cosas que hacen la felicidad.»
«No deseaba cambiar su forma de hablar, como tampoco deseaba cambiar de nombre. Ello significaba que pertenecía a alguna parte. Era una muchacha de Brooklyn, con un nombre de Brooklyn y la forma de hablar de Brooklyn.»