LA LIBRERÍA DE LOS FINALES FELICES de Katarina Bivald.
«¡Cuántas veces la lectura de un libro no ha sido la encrucijada que ha cambiado de curso la vida de una persona!» — Henry David Thoreau.
AUTORA
Katarina Bivald 1983, Haninge, Suecia. Tras varios años trabajando como librera, en 2013 dio el salto a la escritura con La librería de los finales felices, gran éxito internacional publicado en 15 países. En la actualidad, comparte un piso a las afueras de Estocolmo con su hermana repleto de estanterías cargadas de libros…
Sitio web http://katarinabivald.se/en/
SINOPSIS
Hay libros para leer, para soñar, para reflexionar. Hay un libro para cada persona. Éste es el tuyo.
Tras dos años intercambiando cartas y pasión por los libros, Sara decide viajar a un pueblecito de Iowa para conocer a su anciana amiga Amy, pero cuando llega, ésta ha muerto, dejando una vieja casona y miles de libros. Sola en este alejado rincón, se da cuenta de que gracias a las cartas de Amy conoce bien a los habitantes del pueblo. Así, cuando se embarca en la locura de montar una original librería con los ejemplares de Amy se da cuenta de que hay un libro destinado a cambiar la vida de cada uno de ellos. Pero al hacerlo también cambiará la suya.
OPINIÓN
Me encanta este “libro de libros”, me siento muy identificada con la protagonista y su manera de relacionarse con los libros y comparto plenamente ese gusto por leer anárquicamente; y es que no hay libros buenos o malos sino los libros que le gustan a un@ mism@, ya sean libros desconocidos o superventas, libros de escritores consagrados como de autores nóveles.
FRASES la librería de los finales felices
«Todo se arreglará. No habrá ninguna catástrofe… Puntualizó: no pueden producirse catástrofes totales si se tienen libros y dinero.»
«Su amiga parecía tener un don para intuir exactamente lo que la gente necesitaba oír. Al contrario que Caroline, que solo sabía qué era lo que la gente debería oír. Y pocas veces se trataba de lo mismo.»
«No es tanto la intensidad del dolor como su nivel de arraigo. Quizá haya personas más receptivas que otras, o todos seamos más o menos igual de receptivos según la época, pero he visto a gente sobrevivir a cosas tremendas… Y he visto a gente totalmente absorbida por sus problemas, como si se les metieran por debajo de la piel y los devoraran por dentro hasta que parece que las reacciones al problema son peores que los problemas en sí.»
«Aviso: ¡final infeliz!», escribió. Si más libreros se hubieran responsabilizado y hubiesen usado cartelitos de aviso, le habrían hecho la vida mucho más fácil. ¿Cómo podían exigirse avisos para los paquetes de tabaco pero no para las novelas trágicas? En las botellas de cerveza se advertía de no conducir cuando se bebía, pero ni una palabra sobre leer libros tristes sin pañuelos a mano. Obviamente, había finales infelices que se buscaban adrede. A veces solo se necesitaba una excusa para dejar que las lágrimas corrieran libres»
«Siempre había opinado que el aire del otoño y los libros combinaban bien, que de alguna forma ambos encajaban perfectamente con mantas, sillones cómodos y grandes tazas de café o té.»
«Es una de las cosas que más satisfacción me brindan cuando echo la vista atrás; haber vivido una amistad así, haber conocido a un hombre así y haber tenido la suficiente sensatez como para apreciarlo.»