Piensa antes de hablar…..
Ese sueño, 41 años guardado en mi, nacer zurda en el año 75, mis padres (mi padre un contador de lecciones incansable y mi madre una justificadora nata de cualquier situación, capaz de hacer al demonio santo) y ocupar el cuarto lugar de la descendencia de mis padres fueron fundamentales para ser quien soy.
Hoy sin ningún miedo y pudor a lo que puedan pensar, he comprendido la lección, aquella noche cuando abrí los ojos, me vi reflejada en la pared y es que nací lobo.
Nacer zurda, hoy día, no es ningún problema. Pero hace años, cuando los padres o maestros descubrían que el niño era zurdo, le obligaban a utilizar la derecha, ya que estaba mal visto usar la izquierda. Para mi suerte, nací zurda pero en el año 75, año de comienzo de la transición.
Cuando empecé a coger el lápiz, mis padres se dieron cuenta de que lo cogía con la izquierda, en su mente llevaba anclada muchos años la idea de que utilizar la izquierda era malo, así que me obligaron a escribir con la derecha. El dicho Es peor el remedio que la enfermedad se cumplió cuando empecé a escribir con la derecha, porque es verdad que deje de utilizar la izquierda, pero surgió un problema y es que para decir algo tardaba 10 horas, empecé a tartamudear.
Recuerdo que estando en la clase de primero, entró una muchacha. La madre María Jesús me dijo que la acompañara. Cruzamos el patio y entramos al otro edificio por la clase del otro primero. Seguimos por el pasillo que nos llevaba a la capilla, al final del cual se encontraba una imagen de una niña indicando con el dedo puesto en la boca, que mantuviéramos silencio, esa era la primera señal de lo que vendría a continuación…
Entramos por la puerta que nos llevaría a la capilla y antes de bajar por las escaleras, nos metimos en una pequeña habitación. Allí la pedagoga me dio una instrucción para que no volviese a tartamudear, piensa antes de hablar. La instrucción me la tomé al píe de la letra y el hablar lo dejé para mi casa —que lástima que no mucha gente tartamudee siendo pequeños y le den la misma instrucción, el mundo lo agradecería—.
Un día viendo la tele mis padres, escucharon que los niños a los que se le obligaban a escribir con la derecha podían tartamudear, así que decidieron que volviera a escribir con la izquierda —gracias a dios nací en el 75—. Dicho y hecho, y dejé de tartamudear.
Aquella etapa y la instrucción piensa antes de hablar, tuvieron tres secuelas en mi. Cada vez que voy a hablar pienso que voy a tartamudear (esto me permite comprender el miedo de los demás por cosas ocurridas hace años). Aprendí a estructurar cada pensamiento antes de decirlo. Y, la tercera que sin duda fue el gran regalo, durante años lo único que hice fue observar.
Cada vez que mi padre me ve utilizando la izquierda y me dice: no te fíes de la mano de un zocato, me río. Porque gracias a escribir con la izquierda y a nacer en el año 75, aprendí algo fundamental, a observar (leer el lenguaje no verbal) y que lo que nos hace libres es lo que decidimos decir o no decir.