Hace unos años camino a mi casa, detrás de mí escuche la siguiente conversación:
– Pero ¿por que corres?.
-Mamá es que quiero coger ese bulanico.
-Y para qué quieres coger eso.
– Es que me ha dicho un niño de mi clase, que si lo cojo y pido con muchas ganas un deseo se cumple. Pero que hay veces que no es a la primera.
– ¿Qué has pedido?
– No te lo puedo decir, sino no se cumple
Sin quitar oído fui escuchando la conversación. Y al llegar a mi casa me reí. Aquel niño era Leo.
De eso han pasado 7 años. Leo sigue cogiendo bulanicos y dientes de León para pedir deseos pero creo que se va dando cuenta que no sólo basta con cerrar los ojos y desear algo mucho.
Si él supiera que lo que yo siempre pido es casi imposible, perdería la ilusión.
Leo es todavía pequeño para saber la verdad de los bulanicos. Cuando llegue el momento le mostraré la gran suerte, de que los bulanicos solo sirvan para las cosas imposibles y que sin duda la suerte está en que hay un montón de cosas que sólo depende de nosotros.
Aprenderás que muchas de las cosas que quieres estará en tus manos conseguirlas. Aprendiz de la vida- Pifiapifa