
A veces, cuando la luz incide
en un ángulo raro
y te lanza de nuevo a la infancia,
pasas por una mansión en ruinas
escondida detrás de los sauces antiguos
o por un convento abandonado que
higueras y abetos custodian codo
a codo,
y vuelves a saber que detrás de esos muros,
debajo de la melena sin cortar de los
sauces
está pasando algo secreto,
tan fantástico y peligroso
que si te hubieras arrastrado entre ellos a ver
te habrías muerto o serías feliz para siempre.